"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces...¿para qué sirve la utopía? La utopía sirve para eso, para caminar."

miércoles, 30 de abril de 2014

Te espero.

Te quiero ,aun sin presupuesto para comprarte, te pienso como la flor a la primavera, a sabiendas que el invierno la va a marchitar.
 Te espero tras cualquier esquina, en cualquier bar. Te quiero como a las estrellas que miro, aun sabiendo que no las voy a alcanzar.
 Te espero como una visita dominical. He ordenado mi casa y disimulo, haciendo la cama, para que tú la deshagas al llegar.
Te veo, como una fotografía que está por tomar. Te disfruto como ave libre, aunque en mis ramas no te vengas a posar.

Te espero fuera, aunque por ahora estás dentro de mi.
Te espero aunque sé que estás bien sinmigo, aunque estoy muy bien sin ti.

"Waiting", de Techoveride en www.deviantart.com/art/Waiting-37206433

sábado, 26 de abril de 2014

Un velero que se escribe en libertad.



"Yo nací y crecí bajo las estrellas de la Cruz del Sur. Vaya donde vaya ellas me persiguen. Bajo la cruz del sur, cruz de fulgores, yo voy viviendo las estaciones de mi suerte.

No tengo ningún dios. Si lo tuviera, le pediría que no me deje llegar a la muerte: no todavía. Mucho me falta andar. Hay lunas a las que todavía no ladré y soles en los que todavía no me incendié. Todavía no me sumergí en todos los mares de este mundo, que dicen que son siete, ni en todos los ríos del Paraíso, que dicen que son cuatro.

En Montevideo, hay un niño que explica:


- Yo no quiero morirme nunca, porque quiero jugar siempre."

Eduardo Galeano.




No se acaba con la primavera por cortar una flor, ni sirven las espadas para acabar con su aroma.

De la misma forma, hay guitarras que disparan sin balas por todos aquellos que tienen cosas que no guarda la banca y que al dar se multiplican; o leo sí en tus pestañas cuando cierras los ojos, o yo que sé, tu vientre es el jardín inmaculado de mis conquistas. 

Es bueno tener cuidado con las cosas que haces, pero hay que ser más cauteloso con aquellas que no haces.

Todos tenemos en la parte de delante un marinero, a cargo de un velero que se escribe en libertad. 

 

Imagen: "Freedom", de gyaban en www.deviantart.com



martes, 22 de abril de 2014

Vivir es morir un poco cada día.

Vivir es morir un poco cada día. Morir por algo no es en realidad nada malo, es tener algo por lo que vivir. Es decirle al final que todavía es temprano, que el cielo está muy bien, pero yo soy más mundano.

¿Dudas? Claro que tengo dudas. ¿Cómo no tenerlas? Dudo de mí, dudo de los contratos, dudo que los buenos vayan siempre a vencer a los malos. Dudo de los feos, dudo de los guapos, dudo incluso de mi pelo y de mis dos manos. Pero la incertidumbre no es mala, si al final no te queda otra que tirar hacia algún lado, tras la roja alfombra del tiempo que conduce a paraísos inexplorados.

No sé si soy normal, no sé qué es ser raro. Sólo sé que estoy vivo, y que llevo mi patria en mis zapatos. 

Vivir es morir un poquito cada día. Y aún me queda , nos queda, mucho que morir.





Imagen: LIVE, de KR-2Y-51-3K (deviantart.com)
http://www.deviantart.com/art/LIVE-270359385

lunes, 7 de abril de 2014

There is always hope


Antonio Armando era un niñito que apenas si sacaba unos palmos del suelo, pero ya tenía clara su vocación desde tan chiquillo : "Yo soy mensajero de los ángeles de allá arriba", decía, y señalaba al cielo. 
Todos los días, desde bien temprano para no ser visto, agarraba su vieja bicicleta y se adentraba en la selva de su ciudad, repartiendo por los buzones algunos garabatos que ni él mismo solía entender. 

"Seguí, seguí, que el túnel termina ya pronto".
"Y si entre todos le damos una patada a esa gastada burbuja gris?"
"Estamos aquí sentados, mirando cómo nos matan los sueños"...y otras cosas que Antonio copiaba de las paredes de Montevideo.

Y Antonio, el mensajero, se sentía feliz. Creía virar el rumbo del mundo él solo, el muy loquito.





Imagen: ¨There is always hope", de Banksy.

miércoles, 2 de abril de 2014

El postre de los dioses.

Dice la leyenda que Viracocha, dios de los Incas y hacedor de todas las cosas, imaginó al principio de los tiempos dos poderosas fuerzas y creó el Sol y la Luna, para guiar los caminos de los hombres. 

El Sol, que iluminaba los días, se enamoró de la Luna y ésta, loca de tristeza por no poder ver refulgir a su amado, perdió fuerza y brillo, y apenas si acertaba a desprender una luz tenue en las noches. Entonces, Viracocha creó las estrellas, para que la Luna no estuviese tan sola.

Y dice la leyenda que, con cada eclipse, Viracocha quiso darnos una lección. Los dioses, esos seres que disfrutan comiendo postre en la eternidad y comentando nuestras andanzas acá en la Tierra, nos enseñaron que para poder amar, aunque sea un ratito, hay que aprender antes a ser uno, a no restarse para poder sumarse.

Y es así como la Luna y el Sol entendieron que sólo cada cierto tiempo podrían amarse arriba, en el cielo, entre un coro de estrellas. Y que mientras tanto tendrían que aprender a caminar solos en la oscuridad infinita del paso del tiempo, esperando ilusionados ese momento mágico en que uno y uno hacen dos.